jueves, mayo 19, 2011

Cuando la luz lo acecha,
el asesino se esconde, se retrae.
No busca sangre,
busca ideas cómplices para anular verdades.
Replegado en si mismo,
su sombra se deforma,
se reinventa y se alimenta de desgano.
Y ya nutrido de ser oscuridad muerta
y noche absurda,
cabalga alucinado
el desierto de la mediocridad infinita.
Y es su hueca herradura,
el espanto que sacude el silencio.
Su cabello el viento,
que silba aterrador en las ventanas.
Su sangre de ausencias,
volátil y disecada pudre el aire
y se adueña de nosotros.
La inspiramos, la exhalamos,
hasta que ya no vemos nada más.
O vemos todo.

domingo, mayo 01, 2011

Asistis impávido a la muerte de mis ganas,
no advertís la pérdida,
soberbio y egocéntrico...
te olvidás de la que era
la primera vez que me viste.

Decís que miento, inconscientemente
( y de la otra manera)
que no es amor esto,
que ese sentimiento ya le he dado...
para siempre a otra persona.

No niego la verdad irrefutable en tus palabras,
yo lo sé, vós lo sabés...
y a veces hasta creo que él lo sabe,
pero finge no notarlo...

El también asiste a la muerte de mis ganas,
como una llama encendida en algún hueco de mis entrañas...
me incita, me descubre...
No me deja ir...

Y por eso me quedo, por eso insisto...
Sin él, definitivamente
la que soy para vós no existiría.